El nuevo paradigma que nos propone el siglo XXI

Nos encontramos ante un nuevo paradigma, el arquetipo que nos presenta el mundo secularizado. En el siglo XIX Jacob Burckhardt, afirmaba que hay dos poderes alienantes en el mundo: la Iglesia y el Estado, racionalmente pensando: ¿Es alienante aquella institución que nos habla con la verdad? Una verdad que el mundo no quiere escuchar, que no le conviene escuchar, ¿Será alienante una institución que nos enseñe a amar? ¿Respetar la vida? ¿A hacer el bien?

La Iglesia, si le ponemos lógica, no es un poder que aliena, es el mismo hombre el que transforma su conciencia a tal punto de hacerla contradictoria con lo que debía esperarse de su condición o naturaleza. Los verdaderos poderes alienantes son un sinfín de cosas que transforman la mentalidad de quien se deja persuadir y quitar su identidad, estos pueden ser: el mal uso de los medios de comunicación, los masones, los avivatos y aquellos que les encanta trabajar con la conciencia a través de los sentimientos; todo esto al final, termina siendo un “kitsch”, es decir, algo de mal gusto, pasado de moda para la sociedad.

El mundo secularizado, nos ha apartado del verdadero fin para el que está destinado todo hombre, pues, al hombre, Dios lo ha hecho bueno junto con toda la creación, esto nos lo dice el libro del Génesis y nos lo repite Dios a lo largo de toda la Sagrada Escritura. Nosotros mismos nos hemos encargado de crear el mal, el cual es la privación del bien y Dios lo permite para que nosotros alcancemos un bien mayor; lo creamos cuando sale de nosotros sentimientos de odio, rencor, ira, desobediencia y todo lo que atente contra la dignidad del hombre.

Con respecto a esto, vale no sólo la pena, sino también la vida ser cristiano o hacerse Sacerdote, religiosa, religioso o conformar una bella familia con el matrimonio, así el mundo se torne con intenciones de alienarnos de este Ser superior, que como lo dice René Descartes en el S. XVI: tan sólo el saber que existo me conduce al pensar la existencia de un ser creador de todo, y este es Dios.

Todo hombre nace y mantiene el deseo de aportarle algo a la sociedad, quizás, en ocasiones queremos ser el Supermán o el Batman que cambie la sociedad y ayude a la realización de un mundo mejor. Lamentablemente detrás de esto, en ocasiones, se esconde el querer resaltar, el egoísmo de pisotear a los demás y de ser el “non plus ultra” de una comunidad, es decir, lo último. Este es el deseo que más ataca a la humanidad y con el que más denigramos a la persona humana, tratándola como un simple objeto incapaz de crear y también aportar algo a la humanidad.

Me gusta mucho la propuesta que hace René Descartes en su obra: el “Discurso del método” tercera parte, en donde nos propone 3 reglas principales de la moral, de estas, tomo una, la cual alude al tema tratado anteriormente: “cambiar los propios deseos antes que el orden del mundo”. El mundo cambia cuando tomamos cada uno la iniciativa de cambiar, de lo contrario nos quedaremos esperando que todos cambien sin que nosotros hagamos algo por cambiar.

ΑKKΠ

O.T.G.D.

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