CUATRO FALSIFICACIONES DEL AMOR CONYUGAL

¿Seríamos felices si usáramos la cabeza para clavar clavos o los pies para aplaudir? Como me gusta más el vino, le echaré eso al coche en vez de gasolina… Entonces, ¿Cuáles son las falsificaciones del amor conyugal?

Dios nos crea con una naturaleza humana que tiene su manual de instrucciones para que funcione bien y seamos felices. Ese manual es la ley natural, los diez mandamientos. En concreto, uno de los bienes naturales más grandes que nos ha dado Dios es la sexualidad, que tiene sus fines propios dados por el Creador para nuestro bien, y se han de respetar.

Los bienes enormes si no los cuidamos son los primeros que se rompen. Lo que vale más, es lo que más ha de cuidarse, y cuando jugamos con lo que más vale, se pierde todo. La manera de proteger ese bien es la familia que vive cristianamente el amor conyugal. La manera de romperlo es mediante la falsificación de ese amor.

Es archiconocido que la palabra “amor” es la más manoseada y tergiversada al servicio del egoísmo. La principal falsificación del amor consiste en cambiar la naturaleza del acto más íntimo del amor conyugal, que tiene dos fines:

  1. Fin unitivo: Hace a los legítimos esposos una sola carne y por lo tanto los une también en su dimensión espiritual (Mc 10,8). A los convivientes les falta esta dimensión por la ausencia de la entrega total legítima e indisoluble el día de la boda. Su unión completa física no contiene la unión completa espiritual y para siempre, sino que es un acto sexual mentiroso, que contiene desconfianza. Se mienten mutuamente.
  2. Fin reproductivo: El acto conyugal pone las condiciones para que si Dios quiere se engendre una nueva vida. “Sed fecundos y multiplicaos” (Gn. 9,7).

Estas son las dos caras de la moneda del amor conyugal. Si quieres una cara de la moneda tienes que aceptar también la otra. No puedes quedarte con una cara y destruir la otra, destruirías toda la moneda, todo el amor conyugal. Esta destrucción del amor conyugal es el cáncer que lleva lógicamente a la destrucción de la convivencia familiar y al divorcio. El demonio procura mantener unidas las uniones contra la ley de Dios para arrastrar a los dos más fácilmente a la perdición eterna. Pero a las uniones legítimas (el matrimonio cristiano) intenta desunirlas mediante la falsificación del amor conyugal.

Estas son las cuatro falsificaciones:

Primera: Quieren el fin unitivo rechazando la procreación. Lo llamamos anticoncepción.

Los esposos no tienen obligación de buscar el hijo en cada relación. Dios mismo ha previsto que las cosas no fueran así, sino que lo hizo depender de que los dos fueran fértiles en ese momento. Ella es fértil cíclicamente, como el resto de la naturaleza.

Es lícito a los esposos conocer cuándo la mujer es fértil para buscar el hijo o para evitarlo. Estos métodos son aprobados por la Iglesia porque se limitan a conocer la naturaleza, no a cambiarla.

Las mujeres que deseen conocer el método natural más seguro pueden escribir a espiritualidad@lumendei.org para que se les dé el contacto de una señora especializada a la que puedan consultarle con confianza.

En la anticoncepción los esposos intervienen destruyendo la naturaleza del acto conyugal impidiendo la fertilidad natural. Respetar la naturaleza y sus fines es respetar al Autor de la naturaleza. “Es intrínsecamente mala toda acción que, o en previsión del acto conyugal, o en su realización, o en el desarrollo de sus consecuencias naturales, se proponga como fin o como medio, hacer imposible la procreación” (Catecismo de la Iglesia Católica, 2370).

Segunda: Cuando se quiere la procreación sin el significado unitivo del acto conyugal.

Cuando quieren un hijo y no pueden tenerlo, lo buscan sin la unión conyugal, a través de la fecundación artificial, por ejemplo, la fecundación in vitro. El hijo no es fruto del acto conyugal sino de un experimento médico, en el cual se confunde su cualidad de don de Dios con la de “propiedad” de los esposos.

Tercera: Cuando no se consigue impedir la nueva vida, se le destruye con el aborto.

Cuarta: La destrucción de la misma sexualidad, cuando se usa en contra de su propia naturaleza, negándole el fin unitivo que contiene la entrega total e indisoluble del matrimonio, e impidiendo el fin procreativo, buscando sólo el mero placer. Ejemplos: la satisfacción solitaria, el adulterio, la fornicación… pero la de mayor ámbito de destrucción individual y social es la pornografía. Esta es la principal destructora de familias, que incluso envenena a los niños.

Según estudios de los últimos años, los niños se introducen en la pornografía a partir de los 11 años, y la pornografía puede convertir a una persona en unos meses en un enfermo mental difícilmente curable, esto entra principalmente a través de los teléfonos móviles, pero también a través de los otros medios de comunicación, y ¿Nos sorprende que cada vez haya más enfermos necesitados de una atención psiquiátrica?

El antídoto contra estas cuatro falsificaciones del amor conyugal es incrementar el amor a la familia cristiana, que protege intensamente el amor matrimonial, el amor entre padres e hijos, la apertura a la vida, el respeto a la sexualidad. Pero, sobre todo, que la familia rece unida, comparta dentro de sí los valores cristianos, la asistencia a la Misa, el Rosario a la Señora que aplastará la cabeza de la serpiente que todo lo divide.

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