¿QUÉ ES Y QUÉ NO ES HACER ORACIÓN?

Rezar, o hacer oración, es un tema fundamental para toda persona que quiera ser un cristiano auténtico. Saber mejorar tu relación con Dios resulta fundamental. Dicho esto, ¿alguna vez te has preguntado qué es realmente hacer oración?. ¿Sabes qué no es hacer oración?.¿Es realmente importante?. ¿Sabes por qué te cuesta tanto hacer oración?.

En este artículo te introducimos algunos elementos clave sobre la oración que debes de saber si quieres introducirte en este apasionante mundo de la vida espiritual.

LA IMPORTANCIA DE LA ORACIÓN

Tan importante es la oración que llega a afirmar San Alfonso María de Ligorio: «No sabrá vivir bien quien no sabe rezar bien».

Todos estamos de acuerdo en que lo  más importante es vivir bien para morir bien. Y alcanzar así el fin último de nuestra existencia: la vida eterna.

¿Dónde acabarán los que blasfeman diciendo que es una pérdida de tiempo?

LO QUE NO ES HACER ORACIÓN

Lo esencial de la oración es «tratar con Aquél que sabemos que nos ama», decía Santa Teresa. Para llegar a esto hay muchos medios. Muchas herramientas. Pero no debemos confundir los instrumentos con lo que es en si ‘orar’.

A veces puedes confundir la oración con la apariencia exterior de la oración.

Esto es muy común. Pero no es tan común caer en la cuenta de ello. Por ejemplo, podrías pasar horas centrado en la mera lectura de un libro piadoso. O podrías estar delante del sagrario sólo pensando en ti y en tus problemas. Eso no es hacer oración.

No se trata de filosofar o tener buenas ideas. Ni siquiera de comprometerte contigo mismo a ciertos propósitos loables o llorar tus patinazos. Todo eso no es malo, pero no es hacer oración.

LO QUE SÍ ES HACER ORACIÓN

Comienza a ser oración cuando el filosofar y las buenas ideas se convierten en alabanza a Dios. Cuando esos propósitos se convierten en ofrecimientos generosos a tu Padre. Cuando ese arrepentimiento se convierte en un sincero acto de contrición.

Hacer oración

Pero esto no es tan fácil como parece.

Por parte de la misericordia de Dios no hay problema. Él sabe escuchar. Pero para que Él escuche ha de haber un hijo que tenga intención de hablarle, no de distraerse perezosamente en otros pensamientos mientras está delante del Santísimo.

EL PROBLEMA PRINCIPAL: LAS DISTRACCIONES EN LA ORACIÓN

Aquí está la gran dificultad. La «loca de la casa», como la llamaba Santa Teresa. La imaginación dispara una y otra vez toda clase de emociones, recuerdos y sentimientos que intentan interrumpir el diálogo con Dios.

Y no digamos si hablamos de la oración vocal. La atención en este caso puede resultar más difícil porque la materia de la oración viene impuesta desde fuera en fórmulas fijas.

Algunos creen que por rezar 4 ‘rosarios’ seguidos, 3 ‘via crucis’, 2 ‘novenas’ y/o cantar  una canción ya han cumplido -aunque hayan estado completamente distraídos- sin haber prestado atención a lo que decían sus labios.

San Basilio comenta: «Quien reza y deja a la vez divagar el espíritu por cosas extrañas, no sólo no alcanzará gracias, sino que más bien provocará la ira de Dios».

Dicho esto, suelen haber errores en los dos extremos.

También existe una tentación contraria -que provoca ‘tirar la toalla’- y consiste en considerar la oración vocal bien hecha una utopía. Lo que lleva a abandonarla totalmente. Si haces esto estarías despreciando el Santo Rosario tan recomendado por los Sumos Pontífices y la misma Santísima Virgen María en Fátima, el Oficio Divino con el que canta la Iglesia a Dios con los labios del Esposo, y el mismo sacrificio de la Misa que también tiene estructura de oración vocal.

LA SOLUCIÓN PRINCIPAL: LA VIRTUD DE LA HUMILDAD

¿Qué solución hay? La humildad.

Esta virtud tiene dos caras. Una que reconoce sus limitaciones. No podemos pretender la máxima perfección en todo lo que hagamos. Dios lo sabe y lo comprende. Así nos hizo.

Hacer oración

La otra cara es la de la osadía valiente y perseverante que confía en que Dios mira a su pequeño hijo esforzándose para balbucear sus primeras palabras: TE AMO.

Por eso nos dice San Pedro de Alcántara: «Y si te inquietaron los pensamientos, y tú todavía perseverantemente los resistieres e hicieres lo que es en ti, debes tener por cierto que mucho más terreno ganas en esta resistencia que si estuvieras gozando de Dios a todo sabor».

Por otro lado, desde la perspectiva teológica, si tengo primera intención de hacer oración -pero por debilidad me distraigo- no dejo de agradar a Dios. Porque una intención voluntaria no es anulada por una acción involuntaria. Si al darme cuenta de la distracción renuevo la atención, estoy haciendo oración. Pero si ante la conciencia de la distracción la admito o no la combato voluntariamente, ahí está cayendo la primera intención voluntaria de hacer oración. Por tanto, desagrado a Dios por hipócrita.

Así las cosas, la calidad de la oración no se mide por el consuelo, sino por el deseo. No por el sentimiento, sino por la voluntad. 

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4 Comentarios

  1. Francisco Sánchez 17 noviembre, 2016
    • Unión Lumen Dei 17 noviembre, 2016
  2. Wendy lorena Diaz niño 16 noviembre, 2016
    • Unión Lumen Dei 17 noviembre, 2016

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