LO QUE NECESITAS PARA ENTRAR EN EL CIELO

Hay una piscina llena de agua donde entran muchas personas con el cuerpo muy sucio de polvo y barro. El agua está cada vez más turbia y la fila de personas que entran es interminable. Pero he aquí que llega un hombre tan limpio que entra en la piscina y no solamente no se mancha, sino que aniquila toda la suciedad del agua y la deja cristalina para seguir lavando a otros sin ensuciarse el agua otra vez. 

Cuando Jesucristo entró en el Jordán y se puso frente a Juan Bautista para ser bautizado, Juan se resistió humildemente reconociendo que Él era el Mesías. Pero he aquí las misteriosas palabras de Jesús: “Déjame hacer ahora, pues así nos cumple realizar plenamente toda justicia” (Mt 3,15).

Esa “toda justicia” no la iba a conseguir el bautismo de Juan ni que Juan fuese bautizado. Solamente la podía realizar el Hijo de Dios. El bautismo de Juan fue un bautismo de conversión, es decir, la ocasión para hacer internamente un profundo arrepentimiento de los pecados y propósito de cambio vida hacia Dios. El bautismo instituido por Cristo será el auxilio de la gracia para conseguir ese cambio de vida y que tal cambio tenga valor sobrenatural para la Vida Eterna.

Esa vida sobrenatural que nace con el bautismo y crece con la gracia le costó a Jesucristo pagarlo con su Pasión y muerte. Es la segunda parte del bautismo de Cristo. El mismo dijo un tiempo después: “Con un bautismo tengo que ser bautizado, ¡y qué angustias las mías hasta que se cumpla!” (Lc 12,50).

Se refería a “su hora” en que había de pagar por el rescate de la humanidad entera. Este rescate se aplica en cada persona concreta por medio del bautismo. Hemos costado la Sangre de Dios.

Jesucristo se bautizó en el Jordán prometiendo a su Padre cumplir con su misión. También nosotros debemos cumplir con nuestra misión, las promesas bautismales. Si no las cumplimos el bautismo no nos basta para salvarnos.

Cuando se bautiza una persona con uso de razón la Iglesia le pregunta en la ceremonia si está dispuesta a creer en el Evangelio y cumplir los mandamientos de Dios. En el caso del bautismo de infantes la pregunta se hace a sus padres con la responsabilidad de que enseñen esas promesas bautismales a su hijo para que sea fiel a ellas y pueda salvarse.

El bautismo es como un carnet de identidad sobrenatural. Jesucristo nos ha ganado la lotería con el premio de la Vida Eterna. Ese Premio Gordo está en el banco de su Sagrado Corazón. Para disfrutarlo tenemos que presentar nuestro carnet legible a la hora de la muerte.

Si cometemos un pecado mortal hacemos el carnet borroso e ilegible. A la hora de la muerte, ese carnet borroso no nos sirve para la salvación. Por eso Jesús dirá: “En verdad os digo, no os conozco” (Mt 25,12).

El engaño y la herejía más extendida del mundo y que más daño hace a los cristianos es sin duda la fe fiducial inventada por Martín Lutero: “Sé pecador y peca sin miedo, pero cree y regocíjate todavía más en Cristo quien triunfó sobre la muerte y sobre el mundo” (Carta a Melanchton, 1 de agosto de 1521).

Ahí se ha sacado el lema resumido “Crede firmiter et pecca fortiter”. Según esto es posible tener un divorcio total entre la fe y las obras, y así recibir igualmente el premio del Justo Juez, como si Dios fuera un bonachón que le da igual el bien y el mal.

Son ‘Legión’ los católicos que se han aficionado de tal manera con esta herejía y se llenan la boca de palabras como “Dios es misericordioso, Dios me entiende, seguro que me salvaré…” mientras tranquilamente y sin arrepentimiento eficaz faltan a Misa los domingos pudiendo ir, viven en convivencia sin casarse por la Iglesia, usan anticonceptivos, conservan lo ajeno, calumnian, comulgan en pecado mortal sin confesión previa…

Ese es el engaño satánico que a más almas conduce por el camino del infierno. Almas completamente drogadas por el enorme pecado de presunción que esperan equivocadamente lo que Cristo nunca ha prometido: la salvación eterna sin el cumplimento de los mandamientos.  

A tales, Nuestro Señor los alerta de todo lo contrario. “No todo el que dice Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos; sino el que hace la voluntad de mi Padre” (Mt 7,21). Y también “Si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos” (Mt 19,17). Es decir, cumple las promesas bautismales.

Mantén tu alma en gracia de Dios para que cuando venga la muerte por sorpresa tengas el carnet nítido. Cristo Sumo Juez pueda reconocerá tu foto te verá como su amigo fiel por la gracia santificante que te dio por primera vez en el Bautismo. Y si tienes la desgracia de perderla o mancharla por un pecado mortal, acude rápido a la Confesión con el sacerdote para que ese carnet deje de estar borroso. Y si caes mil veces, te confiesas otras mil bien arrepentido.

En eso consiste la misericordia infinita de Dios totalmente compatible con su justicia. Así te podrá decir Jesús como en la parábola de los talentos: “entra en el gozo de tu Señor” (Mt 25,21).


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