CUATRO EJERCICIOS PRÁCTICOS PARA SER MARIANOS

¿Cuál es el camino más seguro para la santidad? San Agustín nos dice que la humildad, San Alfonso María de Ligorio la oración, Santa Teresa de Jesús la obediencia, San Juan de la Cruz el desprendimiento de todo…

María Madre de DiosLos santos no se contradicen, todos tienen razón a la vez, porque para vivir las virtudes en grado heroico han de estar incluidas unas en otras. El pajarillo en el nido necesita una alimentación variada, pero si por sí solo no puede conseguir la comida ¿cómo llegará a volar? Necesita de alguien que le ayude a crecer, su madre. Lo mismo nuestras almas, para volar por los caminos de la santidad hacia la Patria Eterna necesitamos una Madre. Cuanto más pía y se mueve el pajarillo, más su madre le llena la boca compadecida. Cuanto más nosotros practicamos una profunda devoción a María, más Ella nos traerá las gracias eficaces para nuestra santificación. Su culto está bien fundamentado en otro artículo titulado: “CÓMO AMAR A LA MEJOR MADRE DEL MUNDO”.

Santa María ya ha triunfado totalmente. El triunfo se llama “vida”, y Ella vive en todos los sentidos, en el alma y en el cuerpo, natural y sobrenaturalmente. Esa vida de la gracia la da más a quien más la pide, la valora, la ansía y suplica a través de una verdadera y constante devoción. Ella ya vuela en los Cielos y nada en el mar de Dios. No tiene rival ni en la Tierra ni en los infiernos, y está más cerca que una madre. Ella reparte su amor sin dividirlo. Vive en la Eternidad, ya no está sometida a las limitaciones de la carne mortal. Nos ve y conoce a todos como a uno solo. Si Ella se multiplicarse por un millón, no protegería mejor a sus devotos. María es el camino más seguro y rápido para la santificación según dos grandes santos marianos:

“En unión con María se hace mayor progreso en el amor de Jesús durante un mes, que en años enteros viviendo menos unidos a esta buena Madre (San Luis María Grignion de Montford).

“Con la ayuda de la Inmaculada, podemos alcanzar el heroísmo. En un instante la Inmaculada nos puede alzar hasta la perfección, mientras que nosotros normalmente tardamos años en conseguirla (San Maximiliano María Kolbe).

 

Cuatro pasos principales para ser grandes devotos del Inmaculado Corazón de María:

  1. Consagración monfortiana: Escribe una fórmula de consagración a María y dale todo tu ser y tu obrar, todos tus méritos para que Ella haga lo que quiera con todo y contigo. Cuanto más veces la renueves más se fortalecerá ese cordón umbilical (la consagración) entre tu miseria y su riqueza.
  2. Reza todos los días por lo menos cinco misterios del Santo Rosario, luchando con fervor por estar atento y meditando cada misterio. Difunde el rosario todo lo que puedas. Enséñalo a rezar.
  3. Pídele muchas cosas, las materiales si es voluntad de Dios, las sobrenaturales seguro que lo son. Pero Dios quiere dártelo todo a través de Ella, como nos dio a su Hijo a través de Ella. “No sólo os ofenden los que os injurian, sino también los que no os piden gracias” (San Buenaventura).
  4. Sin duda lo más importante y lo que menos hacemos. Es lo que más cuesta, ahí se ve más el amor a Ella. Dedícate a meditar en Ella para imitarla, sobre todo recordar sus dolores para consolarla. Esto es lo específico de la devoción, no sólo a María, sino destacando su Inmaculado Corazón, como dijo en Fátima. Lo mismo que la devoción al Sagrado Corazón de Jesús, explicada en otro artículo titulado: “Meditación: La Pasión de Cristo”. ¿Consolarla? ¿No está perfectamente feliz en el Cielo? ¿Todavía sufre?

Nos dice Pío XII con ocasión del milagro de la imagen de la Virgen de las lágrimas de Siracusa el 17-X-1954: “Sin duda, en el Cielo, María es eternamente feliz y no sufre dolor ni tristeza; pero no permanece insensible, sino que alienta siempre amor y piedad para el desgraciado género humano, a quien fue dada por Madre, cuando estaba dolorosa y llorando al pie de la cruz donde su Hijo pendía. ¿Comprenderán los hombres el arcano lenguaje de aquellas lágrimas?”.

La Dolorosa al pie de la Cruz participó místicamente de la Pasión de su Hijo robándole dolor para consolarle, y rescatar, unida a El, al género humano. Por eso le dice a Lucía de Fátima en 1925: “Mira, hija mía, mi Corazón cercado de espinas que los hombres ingratos me clavan con blasfemias e ingratitudes. TU, AL MENOS, PROCURA CONSOLARME…”. Ella te dio a luz con inmenso dolor. Lo que tú hoy hagas por Ella, Ella lo vio al pie de la Cruz. Con tu compasión de hoy puedes robarle un poquito de su Pasión. Lo mismo el Corazón de Jesucristo. Ofrécele con paciencia, si no con alegría, todos tus trabajos y dolores para reparar tanto desamor, y en la medida que participes de su Pasión, Ella te hará participar de su Gloria, cuando también sea tu cuerpo asunto a los Cielos.

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