CÓMO AMAR A LA MEJOR MADRE DEL MUNDO

¿Qué es lo primero que instintivamente grita un niño indefenso ante el peligro? Mamaaa!!!. ¿Por qué?. Porque piensa que en su madre se juntan el poder y el querer ayudarle. Sobre todo el querer. Y no se equivoca.

Muchas madres, sin dudarlo, estarían dispuestas a enfrentarse a bestias feroces para defender a sus hijitos. ¿Cuántas veces hemos tenido la experiencia de que nuestra madre adivina nuestros problemas que le queríamos ocultar? ¿Cuántas veces hemos sido testigos de lo fácil que es ser perdonado por una madre y tenerla por intercesora ante papá?.

Esto, que está clavado en la naturaleza de la maternidad humana hecha por Dios, es un pálido reflejo de lo que ocurre en el plano sobrenatural. Ahí todo se eleva a mayor perfección. Como cuando comparamos la vida temporal y la eterna.

¿Cómo será la Madre sobrenatural, la del alma redimida por Cristo?. ¿Tenemos una Madre sobrenatural, en el orden de la gracia divina?.

Jesucristo le dijo a Juan mirando a María: “He ahí a tu Madre”. Y luego a María: “He ahí a tu hijo” (Jn 19). Pero resulta que Juan no era el hijo natural de la Santísima Virgen. Su madre era otra María, esposa de Zebedeo, que también estaba en ese momento en el Calvario. Entonces, Jesús le dio a Juan una Madre sobrenatural en el orden de la gracia. Y en Juan estaba representada toda la Iglesia. Pues ninguna madre da a luz una cabeza sin cuerpo. Y el cuerpo místico de Jesús, según San Pablo, es la Iglesia.

Hay una madre que nos da a luz. Hay una madre que nos ‘amamanta’ y alimenta para hacernos crecer. Que nos defiende de los peligros. Nos educa y enseña lo que nos conviene. Llora por nuestras desgracias y se alegra por nuestros triunfos. Tiene más el corazón en nosotros que en ella. Eso es ser una buena madre, ¿no crees?. Lo mismo, pero elevado a la perfección de la gracia divina y en orden a la salvación eterna, la Santísima Virgen, Nuestra Señora del Encuentro con Dios.

Si pensamos en María como Inmaculada, nos acordamos de su belleza personal (el bien honesto en sí). Si pensamos en María como Asunta al Cielo, nos acordamos del bien eterno que nos espera (el bien deleitable). Si pensamos en María como Madre, nos acordamos de lo necesaria que es para nosotros (el bien útil). De tal manera que las tres fiestas marianas principales del año tienen relación con los tres tipos de bien según la sana filosofía. Vamos a ahondar hoy en lo útil que es Santa María para nosotros para saber por qué nos conviene tenerle una especial devoción.

Nosotros, los católicos, confesamos de los santos tres cosas. Vamos a ver si alguna de ellas está en contra de la Sagrada Escritura:

LA VIRTUD DE MARÍA

Los alabamos por sus grandes virtudes. Jesucristo alabó a Natanael como un israelita de verdad. Y más alabó a Juan Bautista, de quien dijo que era más que un profeta. Y a tantos otros alabó su gran fe, como al centurión…

¿Se equivocó Jesucristo? ¿Nos dio mal ejemplo por eso? ¿Va a ser malo que alabemos a la Santísima Virgen cuando el ángel Gabriel la llamó “llena de gracia” y Santa Isabel inspirada por el Espíritu Santo “bendita tú porque has creído”?

Algunos dicen que se le quita importancia a Cristo cuando se la damos a su Madre o a los santos. ¿Acaso un gran pintor va a tener envidia de la gloria de sus obras de arte?. ¿Va a tener celos de que delante de él se alaben sus cuadros?. Todo lo contrario. Cuanto más se alaban sus obras más se le está alabando a él. Lo mismo con Cristo, que es a través del cual Dios ha hecho todas las cosas, visibles e invisibles, según San Pablo.

LA INTERCESIÓN DE MARÍA

Pedimos la intercesión de los santos. San Pablo pide que recen por él a los efesios, a los corintios y a los filipenses. Si podemos rezar unos por otros, ¿no lo va a poder hacer la Madre de Dios que ya está en el Cielo?. Los mismos ángeles nos ayudan para alcanzar la eternidad, según Hb 1,14. ¿No podrá hacerlo la Reina de los ángeles?

Los mismos Apóstoles fueron intercesores ante otras personas para que Jesús los curara (ej: suegra de Pedro). Y eso que eran muy imperfectos. ¿La Inmaculada no podrá interceder mejor? ¿No lo querrá hacer si es nuestra Madre según Juan 19? Y esto es así porque Dios lo quiso en el testamento de la Cruz. No porque no pudiera ser de otra manera.

Dios quiso libremente hacernos partícipes de su solidaridad ayudarnos unos a otros también en el orden sobrenatural. Y esto no va contra 1 Tim 2,5: “Uno también el Mediador de Dios y los hombres, un hombre, Cristo Jesús”, pues se habla de “Uno” como el mediador principal del que dependen todos los demás mediadores o intercesores, pero no se habla de que sea el “Único Mediador”.

LA OFRENDA A MARÍA

En particular, a la Santísima Virgen le hacemos ofrendas… ¿No parece esto un culto divino?. Lo sería si el término de esas ofrendas o sacrificios fuera Ella. Los católicos no tenemos esa intención. Le pedimos a Ella que esas ofrendas se las presente a Dios con unas manos más puras que las nuestras.

Podemos alabar a María, pedir la intercesión y su mediación para que sean aceptadas nuestras obras. Por las purísimas manos de María. Estamos ejerciendo el oficio de ser sus queridos hijos. Hacemos un acto de confianza en Dios. Hacemos un acto de obediencia ante la Cruz de Jesucristo. Un acto de humildad ante nuestra miseria.

¿No me crees?. Compruébalo tú mismo. Cuando sientas aridez por la virtud grita por dentro: ¡No me dejes Madre mía!. Cuando sientas el temblor de la tentación, grita: ¡No me dejes Madre mía!

Cuando esté ofuscado tu corazón por las dudas, grita por dentro: ¡No me dejes Madre mía!. Cuando el pecado te haya echo rodar por los suelos grita: ¡No me dejes Madre mía!. Y verás que Ella está viva y muy cerca de ti. Verás qué pronto acude con la sensibilidad de la más tierna de las madres cuando oye: “Mamaaa!!!”.

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