5 Tips para conocer la voluntad de Dios

Conocer lo qué Dios quiere de mí, en esta o aquella situación; saber cuál es su voluntad ¿es tan difícil? Muchos cristianos parecemos no saber ni por dónde empezar; hacemos retiros, cursos de espiritualidad; sentimos que algo nos falta, como que no acabamos de despegar… y una de las razones: la inquietud por no saber cuál sea la voluntad de Dios sobre nuestra vida. ¡Bueno, si es que alguna vez nos lo hemos preguntado!

Veamos algunos tips, para ir resolviendo ese cubo de acertijo existencial, que no acabamos de resolver:

1. Deja de ver a Dios como un aguafiestas:

Si Dios es Dios, si es tu Padre, si ha entregado a su Hijo para abrirte las puertas de su Reino, no va a querer para ti nada que no te haga bien, o nada que te haga el más infeliz de los mortales. Sé lógico con tu fe. Si te creó y te redimió… “¡Cuánto más os dará vuestro Padre cosas buenas!». 

 

2. Empecemos a caminar por donde ya está pavimentado:

Eso son los mandamientos, la autopista para no errar el camino a la Felicidad, la cual es fruto del gozo de estar en la armonía, que brota del orden del Amor. ¡Por favor! ¡Qué no son limitaciones y cortapisas en tu vuelo hacia la Felicidad, sino la pista de despegue, y las señales para llegar al puerto de la bienaventuranza!

Si acaso no te hayas, y sientes que algo no está bien ajustado en tu existencia…

Comienza por corregir esos huesos rotos y desencajados por el egoísmo, los cuales notamos al contrastar nuestra vida ante el Ordo Amoris señalado por los mandamientos…

Si algún hueso existencial lo tenemos desencajado, vayamos al mejor fisioterapeuta del espíritu. Y lo encuentras en un confesionario… lo mejor: recompone tu alma, totalmente gratis.

3. Dios te habla en lo cotidiano, no esperes voces ni apariciones:

Hay un dicho popular que viene muy al caso: “primero la obligación y después la devoción”. En nuestra vida debemos saber dar prioridad a nuestras distintas relaciones: primero Dios, luego nuestra familia, después nuestros deberes de estado, después de ellos nuestros compromisos adquiridos con otras personas.

Y esas relaciones se expresan en nuestras acciones, pensamientos y deseos, referidos a esas distintas relaciones. Querer servir a Dios, descuidando nuestras principales obligaciones, es querer contentar a Dios, aunque Dios no lo quiera.

Así, querer ayudar en la evangelización, descuidando la asistencia a la Eucaristía dominical; o en detrimento de nuestros deberes como padres, hijos, hermanos… es errar el camino. Primero descubramos cuál es la voluntad de Dios en nuestra vida, sin ir fuera de nuestra realidad concreta de: padres, esposos, hijos, hermanos, profesión, etc; y una vez satisfecha esa voluntad de Dios concreta, en tu realidad concreta, podrás entonces sumergirte más en la voluntad de Dios sobre tí. Lo contrario es, como ya dijimos, querer servir a Dios, aunque Dios mismo no lo quiera. ¡No queramos ofrecerle a Dios tulipanes, cuando nos pide crisantemos!

 

4. Voluntad significada y voluntad de beneplácito:

En relación con lo anterior, conviene saber diferenciar lo que Dios quiere positivamente y lo que a Dios le agradaría de nosotros.

Primero lo primero:

hacer vida esa voluntad de Dios significada en sus mandamientos, en nuestros deberes de estado y de vida, según las relaciones que tengamos con los demás, incluidos nosotros mismos;

Y luego podremos empezar a buscar aquello que sería del agrado de Dios en nuestras vidas. No queramos agradar a nuestro Padre haciendo fuertes ayunos y largas oraciones descuidando la caridad para con nuestros prójimos, llámense familia, amigos, etc. “Esto hay que hacerlo sin descuidar lo otro”.

 

5. Cuatro ojos ven mejor que dos:

Habrá momentos en que no sabremos descubrir la voluntad de Dios con mucha claridad, y por ello Dios mismo ha dispuesto un medio muy humano de buscarle: preguntando a los que ha puesto como guías de su pueblo.

Dios es muy amigo de hacer partícipes a los hombres en su plan de salvación, por eso se sirve de las mediaciones, lo cual podemos ver a cada paso en la historia de la salvación. Por eso, busquemos a un ministro suyo, con ciencia y santidad de vida. Es lo que los santos recomiendan mucho: la dirección espiritual. Un padre espiritual nos ayudará a ver aquello que no sabemos ver, pero la decisión final será siempre nuestra, pues Dios quiere nuestra cooperación y para ello nos asiste siempre con su gracia.

 

¡Animate a sumergirte de lleno en la Voluntad de Dios! Nuestro Padre del Cielo sólo quiere lo mejor para sus hijos… dejemos que en nuestras vidas Dios sea Dios, y no un simple número de emergencias o de reclamaciones… ¡Dejémonos empapar de su amor!

 

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4 Comentarios

  1. hernan 22 febrero, 2018
  2. Ronaldo Alves dos Santos 22 febrero, 2018
  3. Daniel Gustavo Heredia 19 febrero, 2018
    • Unión Lumen Dei 19 febrero, 2018

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