¿CRISTO, REY?

Este año la fiesta de Cristo Rey del Universo fue el 26 de noviembre. Es el último domingo del año en la liturgia de la Iglesia. La Iglesia durante todo el año está conmemorando diversos misterios y acontecimientos de la historia de la salvación. Es lo que se llama “la santificación del tiempo”.

Los misterios divinos que se dieron en nuestro mundo en el pasado se hacen presentes en las fiestas de la Iglesia por sus efectos sobrenaturales. Dios se compromete a derramar más gracias en estos días o tiempos especiales a los que los vivan con más fe y devoción. Lo mismo dígase del tiempo de adviento, que empieza al domingo siguiente, el primero del año en la liturgia de la Iglesia.

No es una casualidad que el Papa Pío XI haya querido instituir esta fiesta al fin del año litúrgico en la encíclica “Quas primas” (1925). Con esto quiso significar que Cristo es el Dueño y Señor de todo y de todos, y a la vez el Salvador misericordioso que hace uso de su poder sobre cielos y tierra para salvar a sus elegidos por medio de los misterios de todo el año recapitulados al fin con la fiesta de su reinado.

La intención principal de esta importante encíclica es explicar el reinado social de Jesucristo: Él debe ser reconocido como Rey con derecho a gobernar no sólo en la privacidad de la conciencia de los creyentes, sino también públicamente en todos los servicios públicos e incluso reconocido por el propio Estado civil: “No rehúsen los jefes de las naciones prestar público testimonio de reverencia al imperio de Cristo” (Quas Primas).

Lo contrario a este orden divino es el llamado “laicismo”, que hoy día hierve con toda su fuera en casi todos los países tradicionalmente cristianos. Uno de los postulados de esta venenosa corriente es intentar relegar toda manifestación religiosa al ámbito de lo privado, no sólo mediante la propaganda pagana, sino incluso con la fuerza de leyes injustas que hieren la libertad religiosa. Esto es cada vez más frecuente en nuestros días.

Por eso dice Pío XI: “Se negó a la Iglesia el derecho, que deriva del derecho de Cristo, de enseñar a las gentes, esto es, de dar leyes” (Quas Primas). Toda ley civil ha de estar de acuerdo con la moralidad de la revelación cristiana, porque ésta conserva íntegra la ley natural y eterna que han de respetar todos los hombres.

Sin embargo, hoy muchas veces ocurre todo lo contrario: Primero, se propaga una cultura impía y deshonesta. Segundo, se hace ver que los que no la aceptan son antisociales y discriminatorios. Se legisla contra ellos, se les persigue “legalmente”, se les intenta hacer callar, si no, vienen las denuncias, las multas, y hasta la cárcel. Todo bajo la capa de libertad, como en la masacre de la Revolución Francesa. Hay varios grados de laicismo según los países.

A lo largo de los últimos siglos se ve esta degradación. En el siglo XVI los innovadores protestantes dijeron “No a la Iglesia Católica”. En el siglo XVIII la masonería de la Ilustración dijo “No a Jesucristo” hasta la crisis de la Revolución de 1789. Pero aún se admitía universalmente a un Ser Supremo. En el siglo XIX cundió cada vez el nuevo fenómeno del “No a la existencia de Dios”, sobre todo con el marxismo. Y desde el siglo XX se está avanzando cada vez más en negar incluso la misma naturaleza humana y la más elemental ley natural.

La solución es volver Cristo Rey y a su Iglesia. De lo contrario, el hombre sin Dios acabará arrojándose solo al precipicio. Por eso escribía en la misma encíclica Pío XI después de la Primera Guerra Mundial: “No podía haber esperanza cierta de paz duradera entre los pueblos mientras que los individuos y las naciones negasen y renegasen el imperio de Cristo Salvador”. Y el tiempo le dio la razón.

La intención del Padre Molina -como fundador de Lumen Dei- tiene que ver mucho con esta fiesta. El quería que Lumen Dei evangelizara todas las actividades de la vida humana, hacerlas “confesionales”.

Que Cristo Rey del Universo reine de hecho en nuestra vida cotidiana familiar, laboral y social.

Así las cosas, nuestro fundador abrió Lumen Dei a toda clase de personas con tal de que quisieran ser santas; tanto jóvenes, como mayores. El quería fundir la devoción de Cristo Rey con la de su Sagrado Corazón, para dar a entender que es un reinado lleno de amor, mansedumbre y misericordia. Por eso la imagen que quiso para representar nuestro Patrono principal fue la siguiente:

Cristo Rey

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4 Comentarios

  1. Elsa Frenni Matilde Cueva Tirado 20 noviembre, 2016
    • Unión Lumen Dei 20 noviembre, 2016
  2. Manuel Carvallo Rencoret 19 noviembre, 2016
    • Unión Lumen Dei 20 noviembre, 2016

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